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Vacunas: mitos y realidades (Vaccines: The Myths and the Facts)

Vacunas: Mitos y realidadesVerdad: Las vacunas son un método efectivo de prevención de enfermedades potencialmente mortales, ya que estimulan la respuesta inmunitaria natural del cuerpo frente a enfermedades causadas por virus y bacterias. Los programas de vacunación alrededor del mundo han ayudado a mejorar la salud general de la población mediante la reducción de la transmisión de enfermedades, de discapacidades temporales o permanentes y de la mortalidad infantil. A pesar de que se ha brindado evidencia científica sólida para demostrar que las vacunas son efectivas y seguras, hay muchos mitos sobre este tema, lo que hace que las vacunas estén en el foco de la polémica. La pandemia de la COVID-19 causó enfermedades importantes en la población mundial. Con la aprobación de las vacunas contra el SARS-Cov-2 para prevenir la COVID-19, también surgieron mitos sobre la producción, la eficacia y los riesgos de estas vacunas. A continuación, presentamos los 5 mitos principales sobre las vacunas en general y los 5 mitos principales sobre las vacunas contra la COVID-19 para enfatizar la seguridad y la necesidad de esta intervención importante de la atención médica.  

Mito 1: Las vacunas contienen muchos componentes nocivos.
Verdad:
Las vacunas contienen componentes que permiten la administración segura del producto. Cualquier sustancia puede ser nociva en dosis significativamente altas, incluso el agua. Las vacunas contienen componentes en dosis incluso más bajas a las que nos exponemos naturalmente en nuestro entorno. El timerosal, un compuesto que contiene mercurio, se usa mucho para conservar las vacunas que se desarrollan en frascos de dosis múltiples. Nosotros estamos expuestos al mercurio naturalmente, a través de la leche, los mariscos y las soluciones para lentes de contacto. No hay evidencia para creer que la cantidad de timerosal usada en las vacunas implique un riesgo para la salud. Hoy en día, muchas vacunas se producen en frascos de dosis única, lo que ha disminuido significativamente el uso de timerosal en la producción de vacunas. El formaldehído, otro componente típico de las vacunas, está presente en las emisiones de los automóviles, en productos de limpieza y en piezas de amoblamiento, como alfombras, tapizados, cosméticos, pintura y marcadores con punta de fieltro; y también en productos de salud, como antihistamínicos, pastillas para la tos y enjuagues bucales. La dosis presente en las vacunas es mucho menor a la cantidad a la que estamos expuestos en nuestro día a día. Otro ejemplo de un componente de las vacunas es el aluminio, el cual se añade a las vacunas para estimular y desarrollar una inmunidad más fuerte. No todas las vacunas tienen aluminio, pero las que sí tienen suelen contar con cantidades de aluminio mucho más bajas de lo que una persona promedio consume en un día, ya que este ingrediente está presente en comidas, agua potable y medicamentos.

Mito 2: Las vacunas causan autismo y síndrome de muerte súbita del lactante (SMSL).
Verdad:
Las vacunas son muy seguras. La mayoría de las reacciones ante una vacuna son temporales y leves, como fiebre o dolor en el brazo. Es inusual experimentar un problema de salud grave después de la vacunación, pero estos eventos se monitorean y se investigan cuidadosamente. Es más probable tener un problema de salud grave causado por una enfermedad que se puede prevenir con una vacuna que por una vacuna en sí misma. Por ejemplo, la polio puede causar parálisis, el sarampión puede causar encefalitis (inflamación del cerebro) y ceguera, y algunas enfermedades que se pueden prevenir con vacunas incluso pueden causar la muerte. Los beneficios de la vacunación superan ampliamente los riesgos y, sin las vacunas, ocurrirían muchas más muertes y problemas de salud. La ciencia aún no ha determinado la causa del autismo ni del SMSL. Sin embargo, estos diagnósticos se efectúan durante la misma franja etaria en la que los niños reciben las vacunas de rutina. La revista que publicó el estudio de 1998 que despertó preocupaciones sobre una posible conexión entre la vacuna contra el sarampión, las paperas y la rubeóla (SPR) y el autismo lo desmintió porque tenía fallas importantes debido a datos científicos erróneos. No hay ninguna evidencia para considerar que las vacunas sean la causa del autismo o del SMSL.

Mito 3: Las enfermedades que se pueden prevenir con vacunas son simplemente parte de la infancia. Es mejor pasar por la enfermedad que inmunizarse mediante las vacunas.
Verdad:
Las enfermedades que se pueden prevenir con vacunas tienen muchas complicaciones graves que se pueden evitar con la inmunización. Por ejemplo, más de 226,000 personas son hospitalizadas por complicaciones de la gripe, lo que incluye a 20,000 niños. Aproximadamente 36,000 personas mueren por gripe todos los años. Las vacunas estimulan el sistema inmune para producir una respuesta inmunológica similar a la que se da con la infección natural, pero no causan la enfermedad ni ponen a la persona inmunizada en riesgo de sus posibles complicaciones.

Mito 4: No es necesario vacunar a mi hijo porque todos los demás niños a su alrededor ya están inmunizados.
Verdad:
La inmunidad de rebaño ocurre cuando una gran parte de una comunidad está inmunizada contra una enfermedad contagiosa, lo que reduce las posibilidades de un brote. Los niños, las mujeres embarazadas y las personas inmunodeprimidas que no pueden recibir vacunas dependen de este tipo de protección. Sin embargo, si demasiada gente confía en la inmunidad de rebaño como método para prevenir una infección por enfermedades que se pueden prevenir con vacunas, la inmunidad de rebaño desaparecerá rápido.

Mito 5: Un niño puede contagiarse la enfermedad de una vacuna.
Verdad:
Es extremadamente improbable que una vacuna cause la enfermedad completa. La mayoría de las vacunas son vacunas inactivadas (muertas), lo que hace que sea imposible contraer la enfermedad debido a la vacuna. Algunas vacunas tienen organismos vivos, y, en estos casos, se puede pasar por un caso leve de la enfermedad. La vacuna de la varicela, por ejemplo, puede causar que un niño desarrolle un sarpullido leve. No es dañino y, en realidad, puede indicar que la vacuna está funcionando. Una excepción es la vacuna antipoliomielítica oral de germen vivo, que en muy raras oportunidades podía mutar y generar un caso real de polio. Sin embargo, ya no se administra la vacuna antipoliomielítica oral en los Estados Unidos.

Mito 6: Las vacunas contra la COVID-19 no se probaron antes de su aprobación.
Verdad:
Básicamente, hay dos aspectos en la prueba de las vacunas. La primera prueba analiza si la vacuna es segura o no. La segunda prueba analiza qué tan eficaz es la vacuna para prevenir la enfermedad o un desarrollo grave de la misma. Mucha gente se sorprendió y desconfió de la rapidez con la que se desarrollaron las vacunas contra la COVID-19. Sin embargo, la comunidad científica mundial ya tiene muchos años de experiencia en el desarrollo y la prueba de muchos tipos de vacunas, incluidas las vacunas contra tipos anteriores de coronavirus similares al que causa la COVID-19. Por ende, los científicos ya tenían una idea sobre dónde debían comenzar el desarrollo de las varias vacunas contra la COVID-19 que están disponibles hoy en día e incluso aquellas que todavía están bajo prueba. El desarrollo relativamente rápido de las vacunas no es sorprendente para los expertos en el campo. Todas las vacunas contra la COVID-19 actualmente disponibles en los Estados Unidos han pasado por pruebas para verificar su seguridad y su eficacia para prevenir la enfermedad.

Probar la seguridad de una vacuna es un proceso complicado, y gran parte de ese proceso sucede mucho antes de vacunar a la primera persona. Primero, se hacen pruebas en laboratorios en cultivo tisular y animales (de una forma muy compasiva). Una vez que se comprueba que la vacuna es segura en animales, los investigadores empiezan a vacunar a seres humanos.  Durante esta etapa, los investigadores examinan la eficacia de la vacuna para prevenir la enfermedad. Además, se monitorea cuidadosamente a los participantes en caso de que haya efectos secundarios (esto incluye CUALQUIER cosa que les suceda, desde reacciones alérgicas hasta tropezarse con una alfombra. Las pruebas en humanos se realizan en 3 fases. Durante la fase 3, se prueba a miles de voluntarios. Una vez que se comprueba que la vacuna es eficaz para prevenir la enfermedad y que no está asociada con ningún efecto secundario o que solo tiene efectos secundarios leves, recién entonces se aprueba la vacunación para grupos más grandes de personas. Los efectos secundarios se monitorean en todas las fases de prueba e incluso luego de que se obtiene la aprobación para la vacuna. Puedes obtener información adicional sobre el proceso de desarrollo de la vacuna aquí.

Mito 7: Las vacunas pueden causar COVID-19.
Verdad:
Sabemos que ninguna vacuna es 100 % eficaz. Aunque todas las vacunas contra la COVID-19 actualmente aprobadas han mostrado efectividad para prevenir la enfermedad, el efecto y la protección completas requieren un tiempo luego de la administración de la vacuna. Durante este periodo, el cuerpo desarrolla unas proteínas llamadas “anticuerpos”, que generan inmunidad ante una infección futura. La exposición al virus SARS-CoV-2 que causa la COVID 19 antes de la vacunación, o durante el periodo en el que todavía no se obtuvo la inmunidad completa, puede significar que se desarrolle la enfermedad y que se experimenten síntomas de la COVID-19. Ninguna de las vacunas actuales contra la COVID-19 aprobadas para su uso en los Estados Unidos contiene el virus vivo, lo que significa que no se puede contraer COVID-19 por estas vacunas.  

Mito 8: Hay microchips en la vacuna contra la COVID-19.
Verdad:
No hay microchips en las vacunas contra la COVID-19 que están actualmente en el mercado o que se están investigando. Las vacunas no rastrean a las personas ni juntan información de ninguna manera, forma o método.

Mito 9: Las vacunas contra la COVID-19 alterarán mi ADN.
Verdad:
Las dos primeras vacunas contra la COVID-19 aprobadas en los Estados Unidos fueron vacunas ARNm (Moderna y Pfizer). El ARNm que se utiliza en estas vacunas es un modelo para generar proteínas de virus que, luego, estimulan el sistema inmunológico del cuerpo para producir anticuerpos que causarán la inmunidad contra el virus. El ARNm se degrada rápidamente y no se integra con el ADN del propio individuo, por lo que no altera el código genético del individuo.

Mito 10: Como ya tuve COVID-19 y me recuperé, no necesito vacunarme.
Verdad:
No hay suficiente información disponible para determinar cuánto dura la inmunidad contra el virus SARS-CoV-2 luego de recuperarse de la infección. Hay estudios en proceso para determinar cuánto dura la inmunidad natural. Sin embargo, cierta evidencia indicaría que es posible que la inmunidad no dure mucho tiempo. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) actualmente recomiendan que reciba una vacuna contra la COVID-19 cuando pueda hacerlo sin importar si ya ha tenido COVID-19. Debe programar su vacuna luego de que termine la cuarentena o el tiempo de asilamiento. Los pacientes que hayan recibido anticuerpos monoclonales o plasma de convalecientes para tratar la COVID-19 deben esperar 90 días para recibir la vacuna.

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1/10/2024